Ver adultos torturando animales por diversión no es raro en España. Es casi como una marca de identidad de esa España profunda que renuncia a avanzar como sociedad hacia un futuro país en el que se respete al prójimo, al otro sexo e incluso a los animales.
Yo tenía la esperanza de que ese objetivo se alcanzaría a medida que esos adultos enfermos se fueran muriendo de viejos y las nuevas generaciones, educadas en valores como los DD.HH. y la ecología, ocuparan su posición. Al menos los internautas ya parece que tenemos ganada esa batalla.
Y entonces veo este vídeo de Algemesí, localidad de la Comunidad Valenciana, donde los niños se pitorrean de un becerro medio muerto que arrastran por la calle.
Y pienso en sus padres, adultos enfermos que educan a sus hijos en la misma insensibilidad para perpetuar esta España profunda.
Y empiezo a pensar que quizás deberíamos crear carnets de paternidad.
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