Cientos de personas se manifiestan en Madrid para protestar por la inminente reforma del aborto que quiere llevar a cabo Gallardón, el amigo del dolor.
Ayer en TV entrevistaban a una señora que decía que ella había tenido un hijo que nació con graves problemas respiratorios y que sólo vivió 7 meses, pero que no dudaría en repetir la experiencia y jamás abortaría. Aunque considero que esa señora debería hacérselo mirar, las leyes progresistas no obligan a nadie a abortar sus hijos, por muy asquerosamente horrible que vaya a ser su calidad de vida, igual que no obligan a que los hombres se casen entre ellos. Aquí la cuestión es si de deja decidir a la madre o no sobre el sufrimiento de su futuro hijo.
Pero claro, con la Iglesia hemos topado. Un católico cree que el dolor y el sufrimiento nos engrandece, nos acerca a Dios. Los inescrutables caminos del Señor y todas esas patochadas. Y Gallardón es un gran católico, de los que considera que hay que obligar a las mujeres a tener hijos sin cerebro, y una vez nacidos que se apañen sin ayudas a la dependencia (de 283 millones a 0). Más sufrimiento, más gloria.
A todos los que están en contra de la libre elección, por favor, lean esta historia. Si después consideran que esa mujer arderá en el infierno por asesinar un bebé, háganse un chequeo porque tienen la brújula moral desviada.
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