El arzobispo de Barcelona opina que no dar formación religiosa a los niños fomenta su atracción por las sectas y los fundamentalismos. Claramente, no darle nunca dulces a un niño lo convierte en un adulto obsesionado con el azúcar.
No confundamos estudiar las diferentes religiones y su influencia a lo largo de la historia con adoctrinar en una religión concreta. Lo primero sería aceptable, mientras que lo segundo es lo único que les interesa a los sectarios de cada religión dominante.
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