Las contraseñas del futuro vendrán implementadas en nuestro propio cuerpo, con tatuajes, pastillas o sensores biométricos. Estas se utilizarán tanto para darnos acceso a lugares privados, como para cobrarnos por cualquier servicio imaginable.
Seguro que será muy divertido que nos cobren la entrada a un espectáculo sólo por atravesar el arco de una puerta, o el uso de los lavabos al cerrar el pestillo, o el billete nada más subirte al autobús, o al pasar por delante de un banco y mirar el escaparate de reojo. No se extrañen, los bancos cobran por todo lo que pueden y esto no iba a ser una excepción.
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